Los pies pasan al furgón de cola de las zonas erógenas. Suben enteros las manos (para ellos), la parte inferior de la espalda (para ellas), el contorno de los hombros y la parte interior del cuello. Y así llegamos a las orejas, y por supuesto a los labios, tan irresistibles para los hombres como para las mujeres.
Hasta aquí, algunos de los descubrimientos del estudio 'Informe sobre el tacto íntimo: zonas erógenas y organización somatosensorial cortical'. Lo publica esta misma semana una revista especializada en neurociencia, la 'Cortex', y viene rubricado por la universidad británica de Bangor y la universidad surafricana de Witwatersrand.
En el estudio participaron 800 hombres y mujeres de las islas británicas y del África subsahariana. Los encuestados recibieron un muestrario de 41 partes del cuerpo humano, con la misión de ordenarlas de mayor a menor por su "intensidad erógena" al tacto o al contacto.
Los órganos genitales empatan con los labios en el 'ranking', seguidos obviamente por los pechos (para ellos) y los pezones (para ambos), y a cierta distancia por el culo. A ellas les atrae la entrepierna masculina más de lo que se pensaba. Ellos encuentran más erótica la parte exterior de los muslos femeninos.
Unos y otros (tres de cuatro) coinciden sin embargo en mostrar su desdén por los pies, y ahí es donde los neurocientíficos admiten haber pinchado en hueso durante años. La creencia más acendrada hasta ahora era la defendida por el doctor Vdilayanur Ramachandran. A saber: los pies son 'sexys' por la proximidad de sus sensores al de los genitales en la corteza somatosensorial primaria.
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